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La mejor forma de llegar a Cuxhaven es, creo yo, volar hasta Bremen y desde allí seguir en tren. Se llega rápido (apenas hora y media en el tren más lento) y el transporte es cómodo y bueno.
Yo sólo conocía el Atlántico y el Mediterráneo, y visitar el mar del Norte merece la pena porque no tiene nada que ver. Incluso en primavera, que es cuando fui yo, es gélido. El agua, el viento y el aire. No se debe bajar a la playa sin abrigo, y la llovizna también es peligrosa, porque te cala sin que te des cuenta. Sin embargo, nada de esto resta puntos a la visita: la playa del Norte es un lugar formidable, larguísima y anchísima. En los días soleados, es alegre y limpia, y en las tardes brumosas es enigmática y fascinante. Cuando la marea está baja, tiene el atractivo letal de una trampa; hay que saber que no se debe caminar por la arena mojada hacia el mar, porque la marea sube más deprisa de lo que podemos correr, y las corrientes submarinas están esperando para atrapar a algún paseante incauto. Sólo los que conocen bien esa tierra y su cartografía pueden hacer de guías y llevarte a dar una vuelta por el territorio del agua, instruyendo al turista en los diferentes tipos de arena, la fauna y la flora de ese extraño ecosistema.
Turistas, por cierto, hay pocos, y eso es un punto a favor de este lugar recóndito. Se puede disfrutar de una naturaleza indómita sin que aquello esté superpoblado y (aún más importante) sin el acoso constante de aquellos que pretenden timar a los turistas y venderles cualquier cosa.
El puerto de Cuxhaven merece la pena ser visitado; los barcos, las extensiones de hierba y los rompeolas lo convierten en un lugar estupendo en el que disfrutar de la brisa cargada de sal y de las piruetas de las gaviotas. Un espectáculo para cualquier amante del mar y los barcos. Y más allá, en los bancos de arenas, reposan manadas de focas de grandes ojos negros, que se pueden ver desde lejos si se paga el pasaje de uno de los barcos.
Otra forma de explorar la playa, si se sabe montar a caballo, son las excursiones cabalgando por la orilla, que se dan al amanecer y cuando cae la noche. Además de al experiencia de galopar por una playa infinita, se disfruta de las vistas del sol tiñendo las aguas al ponerse o al levantarse. Las excursiones valen unos 30€, pero duran varias horas, por lo que, si se calcula, el precio equivale al de las correspondientes horas de equitación en pista en cualquier picadero, e incluso menos. Para jinetes entusiastas es más que recomendable, y no cuesta demasiado dinero.
Por otro lado, una cosa me llamó enormemente la atención: Hay peluches y postales de focas en todas las tiendas de souvenirs, lo cual es comprensible... Pero también los hay de osos polares. Yo estando allí no vi ningún oso polar. Si vas tú, fíjate bien, y si encuentras alguno, dímelo...
26/12/2012 14:55:28
Publicado hace 12 años en Viajes en general > Viajes en General