Para mí hacer el camino de Santiago marcó un antes y un después importante. Lo hice en mi último año de colegio con un grupo de amigas, y suponía un reto muy grande antes de empezar. No soy muy deportista y la idea de andar 300km (empezamos en León) con 8kg a cuestas no me hacía mucha gracia, pero estaba como loca por vivir esa experiencia.

La cosa tuvo un principio muy poco prometedor. Por los nervios del día antes me puse hasta arriba en la cena y pasé una noche horrible, lo cual no hubiese sido tan grave si al día siguiente no me esperasen horas y horas en un autobús. Francamente lo recuerdo como uno de los peores viajes por carretera de mi vida.

Los 300 kilómetros fueron muy especiales, tanto por la gente con la que nos cruzamos como por los sitios que visitamos, la convivencia entre nosotras y también los momentos de estar con uno mismo (en mi caso casi todo el camino, porque cada una seguíamos nuestro propio ritmo). Creo que es una experiencia indispensable, separada de temas religiosos, que te marca y te cambia. Lo disfruté muchísimo.

Otro día pondré las etapas que seguimos porque aunque a muchos les puedan parecer cortas, eran perfectas para ir parando en los sitios más pintorescos que pudimos encontrar.

Publicado hace 13 años en Camino de Santiago > El camino francés